23/9/08

ZAVALETA: "NO ME IMAGINO LA VIDA SIN BROWN"













Puede sonar exagerado, pero bien puede afirmarse que Almirante Brown y Carlos Zavaleta (29) son sinónimos. O, al menos, lo son desde el 24 de enero de 1979, día en que nació el defensor del Mirasol. Es que, a partir de esa fecha, existe un vínculo que jamás podrá romperse.

Su papá, Diego, fue uno de los héroes que logró el ascenso a la B en 1965, por lo que la historia entre el apellido de Zavaleta y Brown viene de hace rato. Y Carlos tomó el legado. Recién empezaba a caminar y ya daba vueltas por la Ciudad Deportiva del Mirasol. Y, luego, el club fue testigo de su crecimiento. Como jugador y como persona. Por esto, a la hora de los recuerdos, el Flaco lanza una catarata de historias. Entonces, desfilan sus temporadas en la pileta, sus aproximaciones a las canchas de tenis, su ingreso en el fútbol infantil, su consolidación en las inferiores, el debut en Primera a los 19 años, el ascenso en 2007 y el descenso en 2008.

Todo pasó muy rápido. Invitado por uno, Zavaleta recorrió la Universidad Nacional de La Matanza y recordó parte de sus 29 años de vida en un par de horas. Profeta en su tierraNo solo Almirante es lo que une al Flaco con La Matanza. Su vida transcurrió en las calles de San Justo, por lo que su alta figura se puede ver dentro del Fragata Sarmiento o caminando por Arieta mientras saluda a los vecinos. Es cierto, su nombre está ligado principalmente a Brown.

Es que durante sus diez años en la Primera del Mirasol, Zavaleta vivió buenos y malos momentos. Entre los positivos, el defensor rescató el gol del campeonato ante Central Córdoba y “el silencio de la gente cuando descendimos. Eso me va a quedar tan marcado como el aliento cuando ascendimos, porque fue una muestra de respeto hacia un plantel que dejó la vida.

Después de ese silencio, empezaron los aplausos. Fue inolvidable” , recuerda.
A pesar del reconocimiento frente a Chacarita, el Flaco admitió que aun le cuesta recuperarse del descenso. “Todavía estoy golpeado. Pasar de jugar contra San Martín de Tucumán a ir perdiendo contra Acassuso me pegó mal” , reconoce. “Ese fue el peor momento de mi carrera porque, desde chico, tenía el sueño de poder llevar a Almirante Brown a Primera y, por lo menos, jugar un partido, aunque después me expulsaran o me sacaran”, cuenta el defensor.

Igualmente, todavía conserva la esperanza de poder concretar el sueño de salir a la Bombonera o al Monumental con la camiseta del Mirasol. “Sé que soy grande, pero todavía me queda resto. Soy conciente de que las chances son cada vez menores, pero la ilusión sigue estando” , reconoce Zavaleta.Hijo’e tigreDe chico, el Flaco aprendió a convivir con los colores negro y amarillo gracias a su papá, Diego, campeón con el Mirasol en 1965. Aquel año, Almirante Brown se consagró en la Primera C. Cuarenta y tres años después, Zavaleta recuerda con humor que su papá le comentó que, “en su época, llegaba el utilero con los botines y, si tenías suerte, agarrabas uno derecho y otro izquierdo. Si no, tenías que jugar con dos del mismo pie, je”.

El Flaco está lleno de historias, recuerdos y anécdotas de su padre, a quien le regaló la camiseta que utilizó frente a Central Córdoba, cuando salió campeón. “Se la di a modo de agradecimiento por todo lo que me ayudó”. A los 19 años, cuando el por entonces DT del Mirasol, Roberto Santiago, lo subió a Primera, Zavaleta era empleado de una envasadora de legumbres que quedaba en la esquina de Lezica y Juramento, en San Justo. Hasta que su padre lo alentó a dedicarse de lleno al fútbol. “Mi viejo me agarró a tiempo y dejé de laburar” , comentó el defensor, quien también se vio obligado a retirarse de los “picados” por sugerencia de su papá.

“Si te seguís haciendo el Maradona con tus amigos, no gasto más plata en vos”, escuchó el Flaco de la boca de su padre cuando se esguinzó en un potrero matancero. Eso sí, en la informalidad, Zavaleta solía dejar la 2 para calzarse la 9.

“¿Iba a pegar patadas en los picados también?”, se pregunta, entre risas, el ídolo de Casanova.Antes de despedirse, deja la última frase.

Una sentencia que va directamente al título de la nota: “Brown es mi vida. Mi viejo jugó, yo jugué, iba a la colonia, era socio, nadé en la pileta. No imagino mi vida sin Almirante”.

NOTA: Periodico UNO

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